jueves, 25 de noviembre de 2010

Ahorro e inversión

“Si se coloca un poquito sobre otro poquito, y esto se hace con frecuencia, pronto ese poquito se volverá mucho”. Hesíodo, Los Trabajos y Los Días, año 700 a.C.

“Vive como si cada día  fuese el último, y probablemente un día lo será” - Anónimo

Todos poseemos, así sea sólo en teoría, algún concepto del ahorro. Significa resguardar una parte del ingreso. A veces viene acompañado de un objetivo a futuro pautado de antemano.
Para ahorrar es necesario contar con una fuente de ingresos mayor a la totalidad de los egresos. Como resulta evidente, si no entra dinero, no puede existir ahorro. Lo mismo ocurre si sale una cantidad igual la ingresada. Y si acaso egresa más que lo que entra, entramos en el terreno de las deudas.
Hasta aquí, todos conceptos muy básicos. Ahora bien, la cuestión se vuelve más compleja cuando nos preguntamos cuál es realmente la finalidad del ahorro. Dado que existe una inmensidad de intereses, cada individuo le asigna un destino particular al dinero apartado. Tal vez sea ropa, un nuevo Mp3, una televisión –de esas en 3D que salieron ahora-, un viaje, un auto, etcétera. Todos y cada uno de esos destinos, si bien difieren, comparten una cualidad: son gastos.
Antes de continuar, me gustaría compartir con ustedes un poco de etimología. Me refiero a la disciplina que estudia el origen de las palabras. Resulta que el término “ahorro” proviene del árabe. En sus primeros momentos, significaba “libre”. Luego, por procesos evolutivos de la lengua, fue utilizado para referirse a “los libres, que no son esclavos”. Finalmente, siglos de por medio, el término tomó forma tal y como lo conocemos hoy.
Por regla general –como toda regla, existen excepciones- las personas que ahorran suelen hacerlo para financiar gastos. Los bienes y servicios adquiridos suponen, habitualmente, un egreso lo suficientemente grande para hacer imposible su adquisición rápida. De ahí la necesidad de ahorrar para poder comprarlos.
Vale la pena detenernos un momento a pensar en qué medida un ahorro destinado al gasto vuelve libre a las personas. ¿Alguna idea? Sí, está bien, un buen viaje puede liberarte de tu rutina y tus penas, Sin dudas. Pero, ¿y al volver a casa? ¿Dónde quedó tu libertad? Los gastos afrontados por la compra de cosas superfluas corroen el bolsillo e impiden su crecimiento. A menos que ya hayas alcanzado tu libertad financiera, lo mejor es recortar al máximo estos placeres efímeros.
El ahorro sólo te vuelve libre en la medida que lo destines a la inversión. Las dos actividades van de la mano. Sin ahorro no es posible la inversión, y sin inversión el ahorro acaba transformándose en gasto o bien perdiendo su valor a causa de la inflación.
Los hábitos practicados durante años adquieren un poder inmenso. Ahorrar no es la excepción. Basta con imaginar el resultado de, por ejemplo, dos décadas de ahorro e inversión. No tendré hoy el auto. Pero mañana tendré la fábrica.
Al recibir el ingreso mensual, apartá un porcentaje de este –que sea considerable, por favor. El dinero se resguarda antes de empezar a gastar. ¡Esto es muy importante! Así se evita el impulso de consumirlo rápidamente. Después, y sólo después, pensá en los egresos.
A medida que el monto ahorrado crece, es preciso hacerlo trabajar. Como les decía en la nota anterior, el objetivo es construir una torre de activos que pongan dinero en tu bolsillo. Ingresos pasivos. Esa es la clave. Veamos.

Invertir es colocar capital en algún instrumento de inversión con el ánimo de obtener más dinero. El concepto es simple. Su aplicación no lo es. Existen infinidad de medios de inversión. Algunos son más complejos que otros, más o menos riesgosos, con mayores o menores requerimientos de capital, etcétera. No pretendo explicar uno por uno. Hay mucho material ahí afuera acerca de esta materia. Es de mi interés, por el momento, sólo uno: el mercado de capitales.
También llamado “mercado de valores”, o simplemente “bolsa”, se trata de un espacio incorpóreo donde se encuentran dos grupos: los que compran y los que venden. Por solo nombrar algunos de los instrumentos que allí se comercializan, hay bonos, opciones, futuros, obligaciones negociables, … y acciones. Nuevamente, cada uno es un mundo aparte, por lo que ningún artículo corto debería pretender explayarse en ellos.
Sin embargo, sí me gustaría hacer una mención especial a las acciones. La razón es sencilla: gran parte de mi tiempo está destinado a su análisis.
En primer lugar, ¿qué son las acciones? Básicamente, son porciones de una determinada empresa. Dicho de otra forma, representan un porcentaje de participación en la empresa en cuestión.  Al poseer una acción se es dueño de una fracción alícuota de la compañía, lo cual significa tener derecho a percibir parte beneficios que esta obtenga. A partir de ahora me referiré a “comprar empresas” puesto que comprar una acción significa, justamente “adquirir una parte una empresa”. Esto no significa que sea requerido un monto de capital importante, ni mucho menos. Siempre se comienza con poco.
Toda acción tiene un precio en el mercado. ¿De dónde surge? De la confluencia de la oferta y la demanda. Vale decir, del arreglo entre el monto que los compradores desean pagar, y el monto que los vendedores desean recibir por la venta. El resultado de ese arreglo se traduce en un precio. El proceso es dinámico, claro. Imaginen miles, cientos de miles, hasta incluso millones de personas pujando por obtener el máximo precio (siendo vendedores) o el mínimo precio (siendo compradores).
Entonces, por un lado, tenemos ese indicador. Pero, ¿y ahora? ¿Cómo sé qué empresas comprar? Es aquí donde se torna complicado. Aparte de precio, toda compañía tiene un valor determinado. Dicen que “el precio es lo que pagás, el valor es lo que recibís”.Una de las filosofías de inversión de mayor renombre –de la cual soy adepto- es el Value Investing. ¿En qué se basa? En aprovechar las discrepancias entre valor y precio. O sea, comprar empresas que valen más de lo que cuestan. ¿Por qué? Porque en el largo plazo valor y precio se igualan, con lo cual se obtiene la diferencia en ganancia.
El Value Investing parte de una premisa fundamental: los compradores y vendedores, a la hora de asignarle un precio a cada compañía, no siempre actúan racionalmente. Dado que son humanos, están influidos por sus emociones y sentimientos. ¡De ahí salen las divergencias entre el precio y valor!
¿Cómo se valúan las empresas? Por medio de análisis detallados de sus estados contables. Con los datos allí presentes se calculan fórmulas para evaluar rentabilidad, solidez financiera, perspectivas de crecimiento, etcétera. Sólo luego de este proceso logra asignársele un valor. Próximamente publicaré acerca de algunos de los distintos métodos de valuación que existen.

Espero no haberlos abrumado demasiado con los últimos párrafos. Recuerden, ahorro e inversión cobran sentido estando juntos. Pensar sólo en el hoy te condena al fracaso financiero. Te condena a permanecer por siempre en la base de la pirámide.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Sobre el éxito financiero

Visualizá, por un segundo, todo lo querés obtener a lo largo de tu vida. Tus sueños, tus ambiciones, tus pasiones. ¿Listo? Bien. Si te digo que sin dinero no podés obtener absolutamente nada de eso, ¿me creés?.
Si pensaste en una casa grande, autos, ropa, etcétera, no hace falta explicar mi afirmación anterior. Ahora bien, si visualizaste una familia numerosa, llena de amor y alegría, la aclaración se vuelve necesaria. La cuestión es que si no disponés de dinero no podés satisfacer ni las más básicas necesidades de tus seres queridos. Ni hablar de dar regalos, practicar un hobby, o vacacionar. El dinero, efectivamente, es el motor del mundo. Carecer de él equivale a vivir en un lugar donde los sueños permanecerán por siempre sueños.
Con esa breve introducción espero haber convencido a aquellos que dicen no interesarse por el dinero, y por consiguiente, por su educación financiera. Prosigamos.
¿De dónde puede uno obtener ingresos? Robert Kiyosaki, en su famoso libro “The Cash Flow Quadrant”, distingue dos sectores amplios: empleados y autoempleados (sector A) y dueños e inversores (sector B). La diferencia central entre los primeros y los segundos es muy simple, pero extraordinaria en su profundidad: los A trabajan por dinero, mientras que los B hacen que el dinero trabaje para sí.
Al ver la pirámide del ingreso notamos que los B ocupan el 3% superior, mientras que los A se apelmazan en la base. Lo propio es consecuencia de la cantidad de renta que cada uno produce, y el uso que se le da al capital que se posee. Viéndolo así, ¿en qué parte de la pirámide te gustaría estar? ¿En el 3% superior o en el 97% inferior?
Si respondiste B, acompañame en la subdivisión del sector. Si bien tanto dueños como inversores se caracterizan por utilizar el dinero para obtener más dinero, su metodología es diferente. Los dueños crean emprendimientos, poniendo en marcha un sistema, y disfrutando de las utilidades generadas incluso mucho después de que ellos se desentiendan de su administración. Los inversores, por su parte, colocan capital en diversos vehículos de inversión, y obtienen una renta por ello. Las empresas creadas por los primeros y las aplicaciones de capital de los segundos son denominados activos, y pasan a formar parte del patrimonio del sujeto que los posee.
Como vemos, dueños e inversores por igual gozan de ingresos pasivos que fluyen directo hacia su bolsillo. Éste es el concepto central del éxito financiero. Tan solo dos palabras: ingresos pasivos. Entonces, ¿cuál es la clave? ¡Maximizar los ingresos pasivos! ¿Cómo? Adquiriendo activos que los generen.
Claro está, que el concepto sea sencillo no implica que su aplicación sea fácil. Como suele decirse, si lo fuese, lo haría todo el mundo, ¿no?. Justamente, para alcanzar el éxito financiero se requiere un enorme esfuerzo y sacrificio, además de una predisposición al aprendizaje poco común.

Hoy en día me encuentro transitando mi camino hacia la libertad financiera vía inversiones en el mercado de capitales. El objetivo de este artículo es motivar a quienes estén interesados, y simplemente compartir y reforzar ideas con quienes ya las escucharon alguna vez. En la medida de las posibilidades, publicaré textos periodicamente, abordando tópicos tales como ahorro e inversión, fijación de objetivos, manejo del tiempo, la importancia del pensar a largo plazo, entre otros.