domingo, 8 de mayo de 2011

Sobre el pensamiento a largo plazo y el poder de los hábitos

"Somos lo que hacemos repetidamente", Aristóteles

Un campesino contempló a un hombre andar velozmente en caballo, como si estuviese tras algo de gran importancia. ¿Hacia dónde se dirige, señor?, le dijo. "No sé. ¡Pregúntele al caballo!" - Historia popular. 

Pocos artículos pueden darse el lujo de abordar uno de los tópicos fundamentales de la vida humana. Este es uno de ellos.
Permítanme comenzar con una breve petición. Soy consciente de que existe una creencia instalada acerca de la mejor forma de conseguir lo que uno quiere en la vida. Me refiero al éxito instantáneo. Sin esfuerzo ni planificación. Pido que, al menos por un momento, el concepto sea apartado totalmente. Como si jamás hubiese existido. Al llegar al final de la página cada quien puede optar por el argumento que le parezca más convincente.
Estas líneas van a presentar una nueva manera de enfocar el éxito. En rigor de verdad, de nueva no tiene nada. Es vieja. Muy vieja. El problema es que, en muchos casos, fue olvidada, y debe ser recordada. Así que no demoraré más: voy a hablar sobre el éxito lento, alcanzado con grandes sacrificios y una fuerte dosis de planeamiento. ¿Suena feo, no? Veamos.
Primero intentemos responder qué es el largo plazo. A simple vista parecería que es un tipo especial de plazo, caracterizado por ser extenso. Pues eso es, sencillamente. Se trata de una orientación temporal que apunta a un futuro un tanto lejano. ¿Cuán lejano? Depende del observador. Con fines prácticos, limitémonos a decir que refiere a un futuro que está al menos diez años más allá (incluso veinte, treinta, o más).
Desde el comienzo de los tiempos, el hombre planificó su futuro. Tal vez no con un margen tan amplio como el que acabo de presentar, pero siempre en algún grado. ¿Por qué lo hace? Simplemente, para prever la mejor alternativa posible y procurar que ésta se haga presente el día de mañana. Es un instinto básico de supervivencia. Nadie jamás idearía medidas para empeorar su situación actual. Eso sería ilógico. Sólo planeamos para incrementar nuestro bienestar. Y, justamente, ese es el núcleo del artículo: planear para que tu vida sea lo más extraordinaria posible.
Implícitamente, estoy afirmando que cada quien es el artífice de su propio destino. Podés ser quien quieras ser, y podés tener lo que desees tener. Pero entonces, ¿cómo es posible que la gran mayoría de las personas nunca alcance la vida que desearía haber alcanzado? Aquí no estoy haciendo presunciones sin sentido. Numerosos estudios estadísticos indican que el grado de insatisfacción de las personas suele ser altísimo. Ya lo dijo Maslow, con su pirámide de necesidades: la cúspide de la estructura es alcanzada por muy pocos individuos. ¿Por qué ocurre esto? Muy fácil: errores (o incluso inexistencia) de planeamiento, o bien simple falta de persistencia.
Si no tenés plan de vida, tu futuro es azaroso. Y si tenés uno débil, es prácticamente seguro que te vas a desviar, terminando en cualquier lado. Vemos entonces que se torna absolutamente necesaria la confección de objetivos de vida. ¿Qué tipo de vida querés tener? ¿Quién querés ser? ¿Qué querés lograr? Todo eso tiene que ser redactado de puño y letra, asumiéndo así el compromiso más fuerte de todos. Un compromiso con vos mismo.
El margen temporal de los objetivos de vida es amplio. Varias décadas, por qué no. Ahora bien, esto no implica que sea remoto. Nada más alejado de la realidad. Esos objetivos son la directriz de tu vida. Son la línea que guía tus pasos, como un imán que corrige el trayecto cuando aparecen desvíos.
El largo plazo abarcará distintas etapas: buenas, malas, mediocres, exitosas. Las verá empezar, producirse, y terminar. Mientras tanto, permanecerá inmutable. Vos permanecerás inmutable. Porque no importa lo que ocurra mañana, en un mes, o en cinco años. Con la predisposición suficiente, y siguiendo la directriz que te atrae, podés lograr todo lo que te propongas. Dejo en claro que al afirmar esto no pretendo construir un simple discursito motivacional, sino que busco reproducir el relato que las personas más exitosas de la historia compartieron alguna vez con nosotros.

A la hora de pasar del objetivo impreso a su consecución se plantea un dilema grave. ¿Cómo lo hago? ¿Cuál es la mejor forma de alcanzar lo que uno se propone? Pues aquí hay dos alternativas bien distintas. Una ya fue presentada al comienzo de este texto: el éxito instantáneo de las películas, de los famosos, y de los talentosos. Ellos simplemente se despertaron un día habiendo obtenido todo lo que deseaban y pretendían. ¡Cuánto glamour!. Sin una gota de sudor (y mucho menos lágrimas). Para ser concreto, meramente diré que el éxito instantáneo es basura. Y no solamente eso, sino que además es basura peligrosa, pues lleva a pensar que uno debe conformarse con aguardar que el hada mágica toque la puerta para que sus sueños se hagan realidad. Como en Disney.
La otra alternativa –la más real de las dos- plantea idear una serie de acciones que, practicadas asiduamente, nos ubiquen en la senda de nuestros objetivos. En una palabra: hábitos. Construir hábitos. ¿Cómo? Tomando un objetivo de vida y pensando qué acciones es necesario repetir incansablemente para alcanzarlo. ¿Querés disfrutar de una salud increíble? Entonces es lógico que, de a poco, incorpores en tu vida ejercicios aeróbicos, comida saludable, y té verde. ¿Querés ser millonario? Entonces ahorrá y enfocate en invertir en activos que generen grandes rendimientos, para luego reinvertirlos, aprovechando el poder del interés compuesto (es decir, obtener intereses sobre los intereses). No existe la buena salud instantánea. Y mucho menos el millonario instantáneo –bueno, en realidad sí: hay una posibilidad en veinte millones de ganar la lotería :)
Podríamos definir el hábito como una actividad que realizamos sin siquiera detenernos a pensar. Técnicamente, se considera que una tarea se transforma en hábito al ser repetida al menos mil veces. Es decir, casi TRES años completos de afirmaciones positivas. Consecuentemente, si deseás ser un excelente músico, es probable que debas entrenar mil veces tan solo para crear el hábito y volver inconsciente la conducta… Por fortuna, estudios indican que una vez sobrepasadas las tres semanas de actividad las probabilidades de deserción se reducen de forma significativa.
Pongamos algo en claro: es evidente que nuestra vida está repleta de hábitos. Sin ir más lejos, dormir a la noche es uno de ellos. El problema yace en que muchas de las actividades que llevamos a cabo no son convenientes si deseamos alcanzar los propósitos de vida (¡por suerte, dormir no se encuentra entre ellas!). Por lamentable que parezca, somos máquinas autodestructivas, encargadas de enterrar bombas en nuestro camino hacia el éxito. Queda en cada uno de nosotros detenerse a pensar cuáles son, efectivamente, los hábitos nocivos que vuelven difícil y hasta imposible nuestra felicidad y realización.
Por si acaso estás desanimado, al igual que yo lo estaba en cuanto aprendí todo esto, me temo que las dificultades no terminan aún. Existe otro punto a considerar: los resultados progresivos que uno percibe como consecuencia de la práctica de estos hábitos. Sucede que, en muchos casos, los resultados suelen ser francamente imperceptibles por una considerable cantidad de tiempo. Y es lógico que así sea. Estamos hablando de simples tareas para nada gigantescas: sólo pequeños cambios de conducta. Ahora bien, ante la frecuente repetición y persistencia, los frutos empiezan a percibirse, creciendo exponencialmente una vez quebrada cierta barrera.

Llegado el fin de esta nota, se vuelve evidente que el pensamiento a largo plazo y el poder de los hábitos son dos conceptos de imposible separación. Funcionan en todo momento, sin importar que seamos conscientes de su presencia. Son fuerzas poderosísimas que sólo pueden ser encauzadas por una voluntad soberbia.
Quisiera arrojar una advertencia a quienes piensan que el planeamiento es poco importante, que basta con vivir y ya, a la espera de que Dios mañana abastezca. Permítanme decirles que aunque lo nieguen, están efectivamente tomando una decisión. Su plan es el no plan. Y su porvenir estará atado a él. Serán un barco sin timón ni remos, a merced de un fuerte viento que amenazará –y probablemente, logrará- llevarlos contra las rocas. No hay forma de escapar a estas fuerzas. Ténganlo presente.

El futuro siempre llega. Por más lejano que parezca, siempre llega. Está en nuestra potestad que sea uno extraordinario, o uno mediocre. Somos los artífices de nuestro propio destino. Construyamos la vida más perfecta posible.

Por Alexis Marrocco